Érase





El bosque durmiente



Érase una vez... un bosque durmiente.

Allí los árboles soñaban mecidos por el frío y blanco viento que bajaba por la fría y blanca montaña, acompañado por las aguas cantarinas que corrían apresuradas como si llegaran tarde para alimentar piedras, hierbas y seres...

Cada árbol tenía su voz, su nombre,  su historia.

Uno de ellos, de palabra profunda, fantaseó con una música suave que acompañara su eterno sopor. Otro, de vigilantes ojos, soñó con una mirada llena de amor y siempre atenta que se hacía una con la suya, y otro, que vivía más arriba dando frutos que guardaba en un mágico caldero, imaginó que con ellos se hacían deliciosas mermeladas con manos suaves y franca sonrisa.

Todo el bosque soñó, y tan profundo fue su sueño que de él nació Enél, de pequeña estatura, que subía y bajaba arropada por la música, con unos tiernos ojos verdes que todo lo cuidaban y unas manos dulces para dulces increíbles...

Allí, en el bosque durmiente cada árbol tiene su voz, su nombre, su historia y todos ellos están unidos al ser que los reconoció. Están unidos y a ellos pertenece Enél...

P.D: A un ser entrañable que siempre está unido en él (y en el bosque durmiente)

12 de diciembre de 2014

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